EL SINDROME DE PETER PAN: del niño que se niega a crecer
Este popular síndrome no se refiere a una patología especifica, -ya que no está reconocido como trastorno psicológico por la Asociación Americana de Psiquiatría-, sino a unos rasgos genéricos de carácter.
¿Conoces a un hombre adulto, hecho y derecho, que no logra asumir las responsabilidades que la adultez impone y que llega a los 30 con una mentalidad adolescente, queriendo divertirse, huyendo de la realidad y viviendo en una burbuja llena de juegos y fantasías como si todavía fuera un niño? Es probable que padezca del Síndrome de Peter Pan.
Suelen ser hombres a los que les cuesta conseguir un trabajo estable, tienen 40 años y siguen viviendo con sus padres -es más, son mantenidos por ellos- y no logran consolidar relaciones amorosas estables porque al cabo de cierto tiempo se aburren y además le tienen miedo al compromiso. Cuando entablan relaciones afectivas, éstas suelen ser muy superficiales. Les cuesta mucho trabajo conseguir amigos verdaderos. Lo mismo ocurre en el terreno sentimental y sexual. Con frecuencia permanecen solteros, “picando de flor en flor”.
Pero atención, no todos los adultos que viven en casa de sus padres son felices con ese estatus. Podríamos decir que existen dos clases de Síndrome de Peter Pan: uno socioeconómico, que es impuesto por la sociedad actual y la crisis económica. Otro individual o psicológico, determinado por los rasgos de la personalidad.
Los Peter Pan auténticos suelen ser egoístas, narcisistas, no reconocen sus errores cuando los cometen y le echan la culpa a otros para no asumir la responsabilidad de sus actos.
El libro “El síndrome de Peter Pan: Los hombres que nunca crecieron” del Dr. Dan Kiley, hizo popular el concepto en 1983, pero mucho antes el psicoanalista Carl Gustav Jung propuso el término “pueraeternus” (niño eterno) para referirse a este tipo de jóvenes-adultos, a principios del siglo XX. Sir James Matthew Barrie creó el personaje de Peter Pan en 1904 y en 1953 Disney lo dio a conocer al mundo a través de la película de dibujos animados que lleva su nombre.
Uno de los personajes más actuales que se cita a la hora de hablar de este síndrome, es el famoso cantante Michael Jackson, quien vivió desde su más tierna infancia rodeado de caprichos y aduladores. Los más cercanos a él dicen que era como un niño atrapado en un cuerpo de hombre. El cantante hizo realidad la fantasía de crear su propio “Neverland” (El país de Nunca Jamás) al comprarse una enorme finca, con parque de atracciones incluido, donde vivía rodeado de niños.
Otras características comunes al Peter Pan actual son:
- Miedo a la soledad.
- Mucha inseguridad y baja autoestima.
- Tiene necesidad de atención de quien le rodea.
- Su actitud se centra en recibir, pedir y criticar con poca tolerancia a la frustración.
- Centrado en sí mismo y en sus problemas, sin preocuparse por quien le rodea.
- Siente insatisfacción constante con lo que tiene, desea tenerlo todo sin ningún esfuerzo.
- Se la pasa metido en los video juegos y otras diversiones por Internet.
Entre las posibles causas del síndrome encontramos dos extremos:
- Una infancia excesivamente feliz, donde fue sobreprotegido, de manera tal que el hombre puede llegar a idealizarla, es decir, busca perpetuar e inmortalizar momentos felices viviendo en un estado de infancia constante que se niega a superar.
- Una infancia muy infeliz o carente de afecto. Donde la función del síndrome es recuperar la infancia robada, mediante la libertad que otorga el ser adulto, es decir, recuperar el tiempo perdido.
Qué hacer para sanar. –
Se recomienda la psicoterapia que ayudará al paciente a asumir la responsabilidad de sus propios actos y emociones, aumentando su tolerancia a la frustración e incrementando su nivel de autoestima de forma progresiva, a través del aprendizaje de estrategias para el proceso de toma de decisiones y resolución de problemas.
Ser adulto significa decidir crecer, adoptar metas y objetivos en la vida. Renunciar a algunas cosas para progresar, responsabilizarse de los propios errores y tolerar la frustración del día a día.
Madurar no significa perder el niño que llevamos dentro sino lograr mantener un equilibrio entre ambas partes del ser humano: el adulto y el niño interior.